martes, 4 de mayo de 2021

Soberbia

 

En casi todas las listas de pecados, la soberbia (en latín, superbia) es considerado el original y más serio de los pecados capitales, y de hecho, es la principal fuente de la que derivan los otros. Es identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás, fallando en halagar a los otros.
En El paraíso perdido de John Milton, dice que este pecado es cometido por Lucifer al querer ser igual que Dios.

Jonathan Edwards dijo "Recuerda que la soberbia es la peor víbora que puede haber en el corazón, el mayor perturbador de la paz del alma y de la dulce comunión con Cristo. Fue el primer pecado y está en los cimientos de la casa de Satán. Es el pecado más difícil de arrancar ya que es el pecado que mejor se esconde. Muy a menudo e inconscientemente entra en la religión bajo el disfraz de falsa humildad."
Genéricamente se define como la sobrevaloración del Yo respecto de otros por superar, alcanzar o superponerse a un obstáculo, situación o bien en alcanzar un estatus elevado e infravalorar al contexto. También se puede definir la soberbia como la creencia de que todo lo que uno hace o dice es superior, y que se es capaz de superar todo lo que digan o hagan los demás. También se puede tomar la soberbia como la confianza exclusiva en las cosas vanas y vacías (vanidad) y en la opinión de uno mismo exaltada a un nivel crítico y desmesurado (prepotencia).

Soberbia (del latín superbia) y orgullo (del francés orgueil), son propiamente sinónimos aun cuando coloquialmente se les atribuye connotaciones particulares cuyos matices las diferencian. Otros sinónimos son: altivez, arrogancia, vanidad, etc. Como antónimos tenemos: humildad, modestia, sencillez, etc. El principal matiz que las distingue está en que el orgullo es disimulable, e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes, mientras que a la soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del Yo o ego. Por ejemplo, una persona Soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdón, o ayuda, etc.

Existen muchos tipos de soberbia, como la vanagloria o cenodoxia, también denominada en las traducciones de la Biblia como vanidad, que consiste en el engreimiento de gloriarse de bienes materiales o espirituales que se poseen o se cree poseer, deseando ser visto, considerado, admirado, estimado, honrado, alabado e incluso halagado por los demás hombres, cuando la consideración y la gloria que se buscan son humanas exclusivamente. La cenodoxia engendra además otros pecados, como la filargiria o amor al dinero (codicia) y la filargía o amor al poder.

Pereza

 

La pereza (en latín, acedia) es el más «metafísico» de los pecados capitales, en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo. Es también el que más problemas causa en su denominación. La simple «pereza», más aún el «ocio», no parecen constituir una falta. Hemos preferido, por esto, el concepto de «acidia» o «acedía». Tomado en sentido propio es una «tristeza de ánimo» que aparta al creyente de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital. Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgana8​ de las cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros mismos.

Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace olvidar el bien necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar notablemente las obligaciones y deberes o si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal.

Envidia


 La lujuria (del latínluxus, "abundancia", "exuberancia"), en el marco de la moral sexual, es el deseo sexual desordenado e incontrolado. Existe un sentido no sexual de la lujuria, que se refiere a un deseo apasionado de algo.​ La lascivia, asimilable a lujuria, es el apetito o deseo excesivo de placeres sexuales

Concepto psicológico y social

La lujuria, en contraposición con las conductas sexuales consideradas normales o aceptadas socialmente, es la exacerbación, desorden o falta de control de los deseos sexuales que se manifiesta en lo que podría calificarse como conducta sexual patológica. Cabe distinguir la lujuria de la hipersexualidad, la cual es el aumento repentino o la frecuencia extrema en la libido o en la actividad sexual. Aunque la hipersexualidad puede presentarse debido a algunos problemas médicos, al consumo de algunos medicamentos y a la ingesta de drogas, en la mayoría de los casos la causa es desconocida. Trastornos de la salud tales como el trastorno bipolar pueden dar lugar a la hipersexualidad,​ y el consumo de alcohol y de algunas sustancias adictivas puede afectar el comportamiento sexual en algunas personas. Se han usado varios modelos teóricos para explicar o para tratar la hipersexualidad. El más común, en particular en los medios de comunicación, es el enfoque que presenta a la hipersexualidad como una adicción, pero los sexólogos no han llegado a un consenso. Hay explicaciones alternativas como, por ejemplo, la de un comportamiento obsesivo y la de un comportamiento compulsivo.

La consideración legal, ética y moral de los comportamientos considerados lujuriosos tiene características personales y sociales. Así, hay que distinguir el comportamiento sexual humano que puede considerarse delito, según la legislación de distintos países (la violación, la pedofilia, el incesto, el adulterio, la prostitución o la pornografía infantil), de aquellos comportamientos sexuales individuales o colectivos que pueden practicarse legalmente y pueden ser considerados inadecuados o lujuriosos por otros individuos.​

En general, los comportamientos lujuriosos tienen la exacerbación y el descontrol sexual como característica fundamental que puede manifestarse en cualquier comportamiento sexual. Esto tiene su explicación en el hecho de que casi todo comportamiento que involucre estimulación sexual, dependiendo de su intensidad, genera un goce cuya magnitud difícilmente puede compararse con el goce generado por otras actividades, por lo que, bajo el supuesto de que se comprenda el funcionamiento del mecanismo que origina dicho goce, surge naturalmente (lo cual a su vez depende del grado de egoísmo del sujeto que experimenta el goce) el deseo de experimentar un goce igual, o a ser posible superior, mediante la repetición, constante o no, de dicho estímulo, siendo en consecuencia la codicia por dicho goce lo que impulsa o puede impulsar a abandonar la responsabilidad de controlarse en el ejercicio de la actividad sexual, en pos de prolongar el goce experimentado.

Lujuria y revolución sexual

La revolución sexual desarrollada durante la segunda mitad del siglo XX en numerosos países del mundo occidental desafió los códigos tradicionales relacionados con la concepción de la moral sexual, el comportamiento sexual humano y las relaciones sexuales. Los comportamientos sexuales anteriormente considerados condenables no solamente por las religiones sino también socialmente, comenzaron a considerarse aceptados siempre y cuando se produzcan con el consentimiento de los participantes y que se cumpla la edad de consentimiento sexual. Desde este punto de vista, la lujuria deja de ser considerada un desorden sexual si no incumple ninguna de los límites anteriormente indicados.

La revolución sexual supuso la igualdad entre los sexos y la generalización en el uso de métodos anticonceptivos, que supuso una separación clara de reproducción y sexualidad. Muchos de los cambios revolucionarios en las normas sexuales de este período se han convertido, con el paso de los años, en normas aceptadas, legítimas y legales en el comportamiento sexual.​ La liberación sexual supuso la reivindicación y recuperación plena del cuerpo humano y su desnudez, de la sexualidad como parte integral de la condición humana individual y social, y cuestionó el papel tradicional otorgado a la mujer y, por tanto, también al del hombre y al matrimonio.​ La revolución sexual ha propiciado la generalización de todo tipo de relaciones sexuales y la aceptación general de las relaciones sexuales prematrimoniales, el reconocimiento y normalización de la homosexualidad y otras formas de sexualidad. Asimismo, se ha producido un aumento de las parejas de hecho –uniones sin matrimonio–, el retraso en la edad de contraer matrimonio, el reconocimiento igualitario de hijos fuera del matrimonio, de las uniones civiles y del matrimonio entre personas del mismo sexo, así como la aparición de nuevos tipos de familias (familias monoparentales y familias homoparentales).​

Concepto religioso

Conceptos paganos

Un Íncubo es un demonio, en la creencia y mitología popular europea de la Edad Media que se supone se posa encima de la víctima femenina durmiente, para tener relaciones sexuales con quien duerme, de acuerdo con una amplia cantidad de tradiciones mitológicas y legendarias. Su contraparte femenina se llama súcubo. Un íncubo puede buscar tener relaciones sexuales con una mujer para convertirse en el padre de un niño, como en la leyenda de Merlín.​ Algunas fuentes indican que puede ser identificado por su antinatural frío pene.​ La tradición religiosa sostiene que tener relaciones sexuales con un íncubo o súcubo puede provocar un deterioro en la salud, o incluso hasta la muerte.​ Las víctimas viven la experiencia como un sueño sin poder despertar de este.

En general, la moral sexual religiosa es muy restrictiva en el comportamiento sexual humano considerado aceptable. Así califica muchas prácticas y comportamientos sexuales como desordenados y lujuriosos. Sin embargo, muchas religiones tenían y tienen deidades de la lujuria -a veces del amor y la belleza-, sin que fueran moralmente reprobables.
Los siguientes son diosas y dioses del sexo, el amor y la lujuria de distintas culturas, mitologías y religiones

Ira

 

La Ira es uno de los siete pecados capitales del ser humano. Puede ser ira contra los demás, plasmada mediante el asesinato, o ira contra uno mismo, ejecutada mediante el suicidio. De ambas formas es condenada por el catolicismo, ya que el castigo ha de dejarse en manos de Dios.

En 1589 Peter Binsfeld, basándose libremente en fuentes anteriores, asoció a la ira con el demonio Amon, que tentaba a la gente por medios asociados al pecado.

La Paciencia es una de las Siete Virtudes que forman parte del Catecismo de la Iglesia Católica, la cual sirve para que el cristiano sepa cómo afrontar la tentación de Ira, puesto que se contrapone a ella y, por ello, sirve como toda virtud a salvar el alma.

"Sepan esto, mis amados hermanos. Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo tanto, desechen toda suciedad, y esa cosa superflua, la maldad, y acepten con apacibilidad la implantación de la palabra que puede salvar sus almas."

(Sntg 1: 19-21) (Traducción del Nuevo Mundo).

En la Divina comedia de Dante Alighieri ocupan el séptimo círculo del infierno, vigilado por el Minotauro y dividido por tres círculos llenos de piedra y rodeados por un gran río de sangre. A partir de este espacio cada círculo empieza a tener divisiones que albergan una pena en particular, por ejemplo los espíritus malditos que están divididos en tres: los violentos, los injuriosos y los usureros. Primer recinto del séptimo círculo: Los violentos. Su suplicio: el Minotauro. El centauro Neso pasa a Dante a través del Flegetón. Segundo recinto del séptimo círculo: Los violentos contra sí mismos: los suicidas, los disipadores. Tercer recinto del séptimo círculo: Los violentos contra Dios, contra la naturaleza y contra la Sociedad. En el Purgatorio ocupan la tercera repisa.

Gula

 

Actualmente la gula (en latín, gula) se identifica con la glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida. En cambio en el pasado cualquier forma de exceso podía caer bajo la definición de este pecado. Marcado por el consumo excesivo de manera irracional o innecesaria, la gula también incluye ciertas formas de comportamiento destructivo.

De esta manera el abuso de sustancias o las borracheras pueden ser vistos como ejemplos de gula. En La Divina Comedia de Alighieri, los penitentes en el Purgatorio eran obligados a pararse entre dos árboles, incapaces de alcanzar y comer las frutas que colgaban de las ramas de estos y por consecuencia se les describía como personas hambrientas.

Envidia

 

Como la avaricia, la envidia (en latín, invidia) se caracteriza por un deseo insaciable. Pero hay dos grandes diferencias entre una y otra. La primera diferencia es que la avaricia se asocia exclusivamente con los bienes materiales, mientras que el campo de la envidia es más general, incluyendo bienes intangibles como las cualidades que tiene otra persona, etc. La segunda diferencia es que el pecado de envidia tiene una fuerte connotación personal: se desea vehementemente un bien que tiene una persona particular y concreta. El deseo vehemente va acompañado de la percepción aguda y dolorosa de que uno carece del bien que aquella persona posee, percibiéndose aquella situación como injusta o indebida según la propia visión estrecha y egocéntrica, y por tanto deseándose el mal para aquella persona, y sintiendo satisfacción si le ocurre algo malo.

La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come

Francisco de Quevedo

Dante Alighieri define la envidia como «amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos». En la Divina Comedia el castigo para los envidiosos es el de tener los ojos cosidos con alambres de hierro, como consecuencia de haberse complacido al ver a otros caer.
El primer envidioso según el relato bíblico fue Cain, que sentía hacia su hermano Abel una envidia tan profundamente perturbadora que le llevó a asesinarlo. Probablemente su envidia estaba mezclada con la soberbia, pecado capital que tiene un carácter más activo que la envidia.

Avaricia

 

La avaricia (en latín, avaritia) es —como la lujuria y la gula—, un pecado de exceso. La particularidad de la avaricia (vista por la Iglesia) es que se caracteriza por el deseo vehemente de adquirir riquezas y bienes en cantidades mayores de lo que es necesario para satisfacer las propias necesidades, entendiendo por necesidades todas aquellas que procuran el desarrollo integral de la persona.

Santo Tomás de Aquino afirmaba que la avaricia es

«un pecado contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales».

En el Purgatorio de Dante los penitentes eran obligados a arrodillarse en una piedra y recitar los ejemplos de avaricia y sus virtudes opuestas.

De la avaricia se derivan muchos otros ejemplos de pecados, tales como: deslealtad y traición deliberada, especialmente para un beneficio personal como en el caso de quien soborna o de quien se deja sobornarrobo y asalto, especialmente con violencia; mentira y engaño; simonía; etc.

Soberbia

  En casi todas las listas de pecados, la soberbia (en latín,  superbia ) es considerado el original y más serio de los pecados capitales, y...